Aurelio Contreras
Roberto Andrés de la Cruz tiene 38 años y nació en el Distrito Nacional de Santo Domingo, República Dominicana. Pero desde niño sus padres lo llevan al municipio de Yamasá, de donde su madre era oriunda, para dedicarse a las labores del campo y dejar atrás la gran ciudad.
“Me crié bajo su falda, viendo desempeñar el oficio agrícola, como eran el cultivo y la cosecha del tabaco, del café, que eran los productos que ellos manejaban en su tierra”, rememora con un dejo de orgullo.
Aunque su padre fue Policía en Santo Domingo, “él tenía raíces ya en las cuestiones agrícolas, sabía a lo que iba. Escuché decir a mi mamá que mis abuelos le proporcionaron el terreno, un sembradío para que ellos lo trabajaran. Ese fue uno de los motivos por los que decidió venir aquí con mi madre y conmigo pequeñito”.
Yamasá es un municipio situado en la provincia de Monte Plata, donde lo que fundamentalmente se siembra es cacao. Sin embargo, la familia de Roberto cultivaba café y tabaco criollo.
“Ese tabaco criollo lo convertían en Andullo: lo procesaban en yagua envuelta con soga, luego lo picaban y lo vendían por trocitos a los transeúntes. Él se dirigía a una zona cañera, que en aquellos tiempos también se producía caña de azúcar, y ahí vendía unos cigarros pequeños que elaboraba para facilitarle su hechura al comprador. Incluso, con referencia a esos cigarritos le decían Garrillito”.
De ese mote que tenía su padre, junto con su nombre de pila –Antonio– nacería años después el nombre de la marca de Roberto: Anthony Garrillo.
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UNA HISTORIA
Roberto –o Anthony, como le llaman–, recuerda que su pasión por el tabaco comenzó temprano en su vida; primero haciendo cigarrillos con las hojas del cuaderno para imitar a su padre y a un tío cuando fumaban. “A escondidas los hacía y fueron muchas las pelas que me dieron cuando me encontraban. O sea que el amor a esto fue desde pequeñito”. Sin embargo, fue hasta 2017 que aprendió a fumar, de servicio en la Institución Militar a la que pertenece.
“Me enviaron a Azua, un pueblo al sur del país, y los compañeros todos fumaban, menos yo. En los momentos libres compraban un vino y me daban a probar. El primero fue un cigarro sin anilla que no logré terminar, me noqueó. Al otro día, luego del trabajo volvió a pasar lo mismo y poco a poco me fui adaptando porque duré cinco meses ahí con ellos, que me activaron ese deseo apagado”, narra, divertido.
Al poco tiempo lo trasladaron al este, a La Romana, una región donde el tabaco es muy consumido porque lo cultivan y procesan.
“Ahí un señor llamado Andrés fue quien me motivó más, porque siempre se sentaba al lado mío y empezaba a darme detalles de la fumada: ‘no, no fume así, tiene que fumar así, hay que maridar con esto’. Incluso fue instruyéndome hasta del tipo de música que debería escuchar mientras disfrutaba de un puro, el ambiente que debería de elegir y así. Siempre me hablaba sobre el tabaco”, relata.
En 2019 le mandaron a Santiago de los Caballeros, Ciudad Corazón del tabaco dominicano, donde conoció al propietario de una marca. “Me acerqué a él y le pregunté como había logrado tener sus cigarros. Me dijo ‘¿y a ti te gusta esto?’ ‘Sí, me gusta’, le respondí, y entonces me orientó”.
En ese momento no tenía dinero para iniciarse en la industria, pero fue instruyéndose y estableció contactos con otras personas. Todo eso fue antes de la pandemia de Covid-19 y durante algún tiempo “me apagué”. En realidad necesitaba capital, así como buscar un artesano, crear su liga y un sinnúmero de cosas. Antes de terminar el año encontró Tabacalera Ceniza, donde le alentaron a ir paso a paso, y “yo quería aprender porque estaba muy interesado”.
Roberto estuvo dispuesto a encontrar la vivencia por medio de la experiencia, ya que no era lo mismo ver a su padre trabajar el tabaco de Andullo que estar en una fábrica de puros. “La diferencia es grande. En ese momento podía hablar del tabaco criollo, pero de la elaboración de un cigarro no tenía la menor idea… y aunque disfrutaba de los aromas, los sabores, las notas, era incapaz de describir nada”, admite.
En enero de 2020, justo cuando inició la pandemia, Roberto se sintió listo para la creación de la liga de su marca. “Cuadramos precio y cómo íbamos a hacer. Recuerdo que se elaboraron cierta cantidad de cigarros que los probamos como seis personas en la fábrica. Cada mezcla estaba numerada, había seis ligas y me llevé la mitad de los juegos para empezar a degustar”.
Cada día se probaría una mezcla y Roberto compartió la experiencia con sus amigos. “El hecho es que fue algo tan raro como bueno a la vez, pues todos coincidimos con la número dos”. La idea fue producir los primeros mil cigarros, pero había que buscar un nombre para el producto, legalizar la marca y hacer anillas, por lo menos. Así que todo se fue haciendo de manera simultánea.
“Yo andaba buscando un hombre fuerte –continúa–. Entré a la Internet a buscar algo relacionado con dioses mitológicos o algo así. Pero el diseñador me dijo que ese tipo de cosas ya no son comerciales, pasaron de moda. Así que nos concentramos en pensar en algo propio, mío, relacionado con mis raíces y que me represente cuando se mencione; ‘un nombre que encierre tu victoria’.”
Entonces pensó en su padre, “en el viejo mío y su apodo, Garrillito. Le envié al diseñador cuatro nombres por WhatsApp, y le pedí que eligiera el más adecuado. El hecho es que el último de la lista era Anthony Garrillo y ese le gustó. Me dice, ‘explícame por qué tú le pusiste eso’. Y bueno, ‘a mí me dicen Anthony, y el Garrillo por mi viejo’. Dice ‘ahí está’, y echamos pa’lante”, cuenta.
El diseño se hizo, pero Roberto no podía sufragar el costo de una imprenta profesional y las anillas debieron imprimirse en baja calidad. Afortunadamente no fue necesario utilizarlas todas, porque el cigarro fue tan aceptado que con las primeras ventas se resolvió el problema y se logró la presentación que había planeado. Recuerda todo ello con gran satisfacción, porque ha sido “una historia muy bonita y divertida. He vivido muchas cosas que nunca imaginé, pero ha sido increíble”.
CONSUMIDOR DIRECTO
Anthony Garrillo Cigars salió al mercado en 2020 con puros de capa Habana y Maduro, capote Sumatra y tripa Criollo 98, Piloto Cubano, Pensilvania y Nicaragua; la misma liga que conserva hasta la fecha. En su línea regular están las vitolas Robusto, de 5 pulgadas, cepo 50; Torpedo, de 6 pulgadas, cepo 52, y Toro, de 6 pulgadas, cepo 54, aunque ha ofrecido como producción limitada un Toro Box Pressed y un bicapa.
“Tenemos un anillo reservado, en color negro, para usarlo en una liga potente, porque nuestro puro actual es de fortaleza media y se puede fumar a toda hora llevándolo a cualquier maridaje. Puede combinarse con café, vino o whisky”, expone.
Para Roberto ha sido una bendición, porque sus puros fueron aceptados por el público y colocados en muchas tiendas, aunque el secreto de su éxito está en la venta directa: “Vendemos más a consumidor final que en tiendas. Tenemos presentaciones con 10 y 20 unidades, pero cuando una tabaquería me vende dos cajas, ya nosotros hemos vendido esa cantidad cinco o más veces. O sea, que damos salida al consumidor final directamente.
“Ahora mismo estoy implementando una estrategia de colocar humidores en los puntos de venta. Les presento el producto con facilidad de pago y de ganancia. Si me dicen ‘dame una caja’, yo les dejo el exhibidor con 150 cigarros y pactamos las condiciones de pago. La idea es hacer el compromiso y buscar la manera de que todos ganemos, pero sin que me pongan restricciones”.
SALIR ADELANTE
El camino de Roberto no ha sido fácil. Todo cambió a su alrededor cuando el huracán Georges azotó a la República Dominicana en 1998. “Eso acabó con el país, principalmente con los campos, y en Yamasá se llevó todo: cacao, café, tabaco… todo”, afirma.
Y por si fuera poco, hasta su estabilidad familiar: “Ahí mi padre se fue a Santo Domingo en busca de mejor vida, y como no era lo mismo, las cosas cambiaron con mi madre. Un deterioro… Me fui con él por un tiempo e inicié mis estudios en la Institución Militar. Fueron tiempos difíciles y siendo mayor me orienté más al mundo del tabaco”, lamenta.
Ingresó a la Institución precisamente por admiración a su padre. “De niño le veía llegar a casa vestido de Policía y decía ‘yo también voy a ser Policía’. Fue mi inspiración en ese momento y todavía lo es, porque fue un gran hombre que luchó mientras se pudo. Pero la vida cambia, los tiempos y las cosas cambian…”.
Otro punto de inflexión fue la pandemia del Coronavirus. Pero a diferencia del huracán, terminó ayudándolo. “Eso favoreció mucho porque aumentó el consumo. Aquí en Dominicana no había alcohol. Comida encontrabas por todos lados, alcohol no y la gente se refugió en el cigarro. Las ventas se elevaron al ciento por ciento, porque antes el mercado estuvo medio apagado. Entonces se dio un auge increíble y muchas marcas nacieron. Yo soy producto de la pandemia, definitivamente”, destaca.
Aunque también admite que no todos corrieron con su misma suerte. “Muchos se quedan en el camino. Tengo compañeros que iniciaron antes y después de mí, pero se cansaron”.
En su caso, mantenerse no fue casualidad, sino resultado de su olfato para los negocios. “En los momentos que veo que las ventas están bajando, porque más o menos uno siempre tiene un estimado de la cantidad de cigarros que se mueven al mes, siempre implemento una estrategia. Invento una oferta, pongo una caja y regalo una gorra, un encendedor o ubico unos cuantos humidores. Busco la manera de hacer algo”.
No ha sido fácil, pues hay demasiadas marcas compitiendo en el mercado y ante ello Roberto también ha sido cauteloso. “Me han dicho: ‘pero tú deja eso de otro trabajo y dedícate sólo a esto’. Yo ahora tengo que encaminar más el cigarro, pero cuando ya tenga colocados por lo menos 70 ó 100 humidores, que ese es mi norte, entonces pensaría en soltar una cosa y agarrar la otra, porque sé que en ese camino ya estaría bien”.
SUPERVISAR FUMANDO
Los puros Anthony Garrillo se producen en Ceniza Factory, y para supervisar la calidad y consistencia de sus lotes Roberto tiene un método. “Fumamos… Hacemos una reunión, nos sentamos en un salón a dialogar, a probar, porque en el caso de que hubiera alguna anomalía la detectaríamos de inmediato. Nunca ha sucedido, pero siempre me doy un tiempo para eso, incluso antes de anillar el producto, para que no haya fallo”.
Los puros se elaboran con tabaco dominicano exclusivamente, pero con hojas de distintas especies y a veces de distintos suelos, por lo que los matices, aromas y sabores pueden tener alguna variación. Entonces el Master Blender debe hacer un trabajo muy fino”.
La empresa se maneja bajo un esquema familiar y de confianza, en el que su esposa, María I. Vargas, lleva la contabilidad y la promoción. Pero cuando Roberto no está y se presenta alguna actividad, ella se encarga de montar el stand, una carpa, “y se queda ahí a vender cigarros. Es maestra, pero siempre hace un esfuerzo con eso”. También participa su amigo Alexander de la Cruz, quien se encarga de la distribución mano a mano.
Los precios de Anthony Garrillo son accesibles; se ubican entre 380 y 400 pesos dominicanos, unos 7.5 a 8 dólares. Y como antes decía, incentiva las compras a través de ofertas de fin de semana: “Le armo al cliente un paquete con diez cigarros, humidor pequeño de cedro, cortador y encendedor, todo a un precio atractivo, y eso siempre llama la atención”, explica.
MOMENTO ESPECIAL
Roberto visualiza su marca más allá de la República Dominicana, trascendiendo fronteras, pero al mismo tiempo creando empleos en Yamasá, donde no existen fábricas de cigarros. “El único puro que se mueve aquí y en la provincia es Anthony Garrillo. Contamos con el apoyo de la comunidad, porque siempre tratamos de apoyar las cuestiones culturales y en las colectas para ayudar a alguien; que la gente sepa que somos de aquí y estamos para ellos también”.
Considera que fumar tabaco es un ritual que para disfrutar el momento incluye hasta la música, tal como lo hacía en su juventud con aquel superior que lo alentó. “Hay artistas que escucho siempre, como a Joaquín Sabina, 19 días y 500 noches, y también a Silvio Rodríguez y muchos otros más”.
La capa que prefiere es la Habana, y suele maridar sus puros con café y ron, de preferencia Brugal Doble Reserva, directo de la botella al vaso.
Roberto asegura que cualquier momento es adecuado para fumar, ya que uno mismo lo hace especial. “A veces terminamos de trabajar y me pongo unos pantalones cortos, agarro una silla de esas playeras que saco del vehículo y me siento debajo de un árbol. Una greca de café o un pote de ron… prendo un cigarro y ahí me lo disfruto”. Porque como el lema de su marca dice: “En sabores, aromas y matices, Anthony Garrillo es Todo un Placer”.