Apuntes de un novato
“Sólo el diablo puede dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca”.
Así lo dictaminó la Santa Inquisición en la sentencia contra Rodrigo de Jerez –quien acompañó a Cristóbal Colón en su primer viaje a América e introdujo la costumbre de fumar en España–, cuando en 1493 lo encarceló por sus costumbres paganas y diabólicas. Fue acusado de brujería, por su hábito de fumar.
La primera vez que escuché sobre la Recta Provincia(1) fue en un Podcast, La Ruta Secreta, de uno de mis escritores nacionales favoritos, Francisco Ortega, con las entrevistas de Jorge Baradit.
Podemos mencionar también al famoso pueblo de Salamanca,(2) tierra de brujos, cuyas historias y anécdotas me contaba mi jefe Fernando O., oriundo de esas tierras, cuando desempeñaba labores en la Oficina de Operaciones Policiales en el principal cuartel policial de la ciudad de Viña del Mar, como Analista civil de Delitos de Mayor Connotación Social.
Con esas historias recordé que en muchas culturas americanas el tabaco era usado en sus ritos religiosos y de brujería, sobre todo en Cuba, México, Guatemala, la Amazonia Peruana, etcétera.
“El tabaco fue considerado por los primeros europeos como algo diabólico –eso de echar humo por la boca–, e ingresó al mundo occidental a través de las clases sociales bajas, para posteriormente alcanzar tal difusión que se crearon lugares donde se enseñaba a fumar.
“Hoy el tabaco pertenece a ambos mundos: el de sus orígenes, donde era considerado sagrado y vía de comunicación con los seres sobrenaturales que se alimentaban con el humo de sus hojas, y el mundo foráneo, donde su rol es profano. Así, en la actualidad el tabaco es sagrado y profano a la vez”.
El tabaco, conocido en sus usos de brujería, se ha ganado una fama injusta. El poder del tabaco radica en que el elemental(3) que lo habita es muy antiguo y poderoso.
Es por esto que los practicantes de la magia oscura lo usan con tanta frecuencia –como ofrenda–, más comúnmente en trabajos de adivinación y algunos rituales de invocación. También para el intercambio energético, como enviar malas energías, desesperar y atormentar a personas e incluso influir en la relación de la persona con otros, con el dinero o incluso su salud.
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