¿Qué se te antoja comer hoy?

La panza de los filósofos

Por Luis Capistrán 

Cuando suelo comenzar la tarea de limpiar el librero y acomodar los pocos libros que tengo, siempre suelo caer en el vicio de no terminar la actividad, al descubrir algún escrito que llamara mi atención. Pues es justo en ese momento, en que suelto cualquier utensilio de limpieza, tomo el texto, muevo algunas cosas para poder sentarme en alguna parte de la habitación y así comenzar a leer. Posiblemente esta fue la forma de inspiración con la que pude leer la mayor cantidad de libros durante mi formación en la Facultad de Filosofía. Cuando termino, cierro el texto y lo vuelvo a acomodar en el librero, sin tener éxito en la finalidad que en un principio me ocupaba. Limpiar el librero.

Hace unos días iniciaba la tarea de limpiar el librero y de la misma manera que anteriormente sucedía, me había topado con un texto de filosofía sobre los presocráticos y gustoso, dejé la actividad de limpiar para comenzar a leer de nuevo a tan interesantes pensadores. Durante el proceso se generó una pregunta en mi cabeza y fue la de tratar de comprender, cómo es que Tales de Mileto al no tener un sistema propiamente riguroso como el de un Platón o un Aristóteles, había pasado a los nombres reconocidos de la filosofía. Así fue como entré a una investigación realizando preguntas a varios colegas para saber si ellos podían dar una respuesta simple pero bien fundada. 

Y fue entonces cuando encontré una posible respuesta que diera claridad al verdadero origen de la filosofía. No desde el canon del paso del mito al logos, sino desde su propia actividad pensante y reflexiva. Tales de Mileto no dio paso al primer sistema filosófico sino a la propia actividad del pensar filosófico. En su postura no era la respuesta a la pregunta de los presocráticos sino la pregunta misma. Había iniciado el viaje del pensamiento gracias a la formulación de una pregunta ¿Cuál es el arkhé de la physis?

Entonces la filosofía comienza gracias a la pregunta, esa herramienta propia del hombre que surge de distintas maneras, ya sea por la duda, la risa o el asombro. Al final del día siempre nos hacemos preguntas y es claro que así la actividad de pensar comienza. 

Esto lo digo a propósito de una de las grandes interrogantes que se puede formular de varias maneras y que hoy causan conflicto en la mayoría de las personas. ¿Qué vamos a comer hoy? ¿Qué se te antoja comer hoy?

Pareciera una pregunta absurda o con cualquier sentido menos filosófico. Pero aquí el gran asunto que hoy se comparte, es la fuerte relación que existe entre la decisión de lo que se va a comer al día a día y nuestro bienestar físico y mental y eso implica la memoria y el aprendizaje. 

Recuerdo que hace tiempo un profesor de artes en alguna plática de pasillo, comentaba que existía una fuerte relación entre la comida y nuestra concentración y desarrollo cognitivo. Ingenuamente pensaba que eso era evidente, pues leer a grandes pensadores como Hegel o Heidegger de por sí ya era complicado, hacerlo con el estómago vacío sería una tarea prácticamente imposible. 

Sin embargo queda claro que el asunto no tiene que ver con tener o no el estómago vacío, sino saber qué poner en él a la hora de tomar esa decisión, seguro una de las más importantes del día. 

Actualmente por razones de nuestras ocupaciones, no es algo a lo que le demos mayor importancia. Así a lo largo del día, no buscamos el placer de un buen platillo o alimentos que nos proporcionen nutrimentos necesarios para nuestro bienestar físico y entonces la decisión es una de las menos problemáticas, al consumir comida rápida, en algún establecimiento o fonda. El asunto es no estar con el estómago vacío. Tal vez las consecuencias se logren ver a largo plazo con sobrepeso, diabetes, gastritis, etcétera. Pero acaso hay en esto una consecuencia negativa respecto de nuestro proceso de aprendizaje. Es seguro que los especialistas en nutrición tendrán un mejor conocimiento del tema, pero la comida no es solo el asunto de un nutriólogo sino de todos quienes gustamos del cuidado de nuestro cuerpo a la hora de comer algún rico platillo que además nos proporcione los beneficios necesarios para nuestro cuerpo. 

El cerebro está formado por neuronas que se comunican entre sí a través de sustancias químicas llamadas neurotransmisores y el aprendizaje, una de las funciones más complicadas del cerebro, requiere un nivel de concentración y estado de alerta para poder captar la información del medio, analizarla y almacenarla para usarla cuando sea necesario. Y una alimentación adecuada puede ayudar al formado en esta ardua tarea. Laura Garde, nutricionista en Pamplona desde 1996, explica que hay que pensar “en nutrientes que estén vinculados con una mejora de la capacidad de concentración y la estimulación de la memoria, además de ser necesario un estado de ánimo óptimo”.

Garde advierte que existen malas costumbres como el consumo excesivo del café, aunque en lo personal es una bebida de la cual no consumo con medida. Otra mala idea es el llamado picoteo, el levantarse de la mesa de estudio “a ver qué hay en la nevera”. Es posible que con esto estamos creando el hábito de consumir alimentos sin la necesidad de saciar el hambre y tan solo sea por la ansiedad y placer de hacerlo. 

Las más importantes en cantidad deberían ser el desayuno y la comida, dejando a la cena en un nivel más bajo pero superior al almuerzo y la merienda, además de aprovechar estos dos pequeños Kit-Kat para tomar una manzana o algo de fruta y relajar el cerebro. Sobre todo en esta situación donde el etiquetado de calorías en los productos ha sido validado, haciendo que ese mensaje pueda ayudar a las personas a evitar el consumo excesivo de productos que no benefician nuestra nutrición. Pero pensar en todo esto también puede llegar a ser un asunto de cultura y tradición en los hábitos alimenticios. 

Esto me hace pensar en un pasaje de la ética a Nicómaco de Aristóteles: “No basta que la acción tenga un carácter determinado para que la conducta sea justa o buena; es preciso también que el hombre actúe de un modo determinado ante todo, que actúe a sabiendas; en segundo lugar, que proceda en razón de una decisión consiente y que prefiera esa acción por sí misma; finalmente, que actúe desde una posición firme e inquebrantable”.

Pensarlo en nuestra práctica alimenticia, sería verlo desde el punto donde las personas cuando escuchan la palabra comer más saludable, implica no tener placer al hacerlo y eso los lleva tal vez a comer ciertos productos que benefician al cuerpo pero de una forma desordenada y sin la disposición de hacer, a su vez esto a su tiempo no se llevará a cabo con éxito y por tanto volveremos al vicio de un mal hábito alimenticio. No solo basta con el hecho de saber qué comida nos hará un bien sino, que también, gustemos de hacerlo y tomar el tiempo para organizar dichas formas de nutrirnos mejor. 

Y es que “El objetivo de estos tentempiés”, explica Garde, “es ayudarnos a evitar que la cena y la comida sean copiosas”. Cuando se llega a una comida principal con mucha hambre el comensal se lanzará a un inevitable exceso en el consumo de alimentos debido a llevar muchas horas sin consumir los alimentos correctos, lo que hará que la digestión sea más lenta, nos va a llevar a una bajada de la tensión. Y aunque sea el momento perfecto para una siesta, se supone que estamos estudiando.

Así el famoso “mal del puerco” se manifiesta y entonces nuestro rendimiento y disposición se verá afectado. Si nos despertamos a tempranas horas y no consumimos los alimentos adecuados, seguramente nuestra energía se reducirá a tal grado que durante una clase o en el horario laboral, nuestro rendimiento en términos prácticos y de aprendizaje no será el mejor. 

El aprendizaje, no depende solamente de la buena preparación y calidad de los docentes, de su maestría pedagógica y dedicación, sino que además influyen otros factores, entre ellos la alimentación.

La alimentación y nutrición, así como los estímulos que recibimos incluso antes de nacer, son fundamental para el desarrollo del Sistema Nervioso Central y por lo tanto, del aprendizaje. Así estimado comensal de ideas, la pregunta ¿qué vamos a comer hoy? O ¿Qué se te antoja comer hoy? No es una pregunta que debemos dejar a la ligera, sino, darle la importancia debida, pues así como la filosofía nace de la pregunta, una buena calidad de vida también nace de una pregunta sobre lo que sin duda haremos hasta los últimos días de nuestra vida: Comer.

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